La tristeza generalizada tras el fallecimiento de Diogo Jota subraya la profunda admiración que cosechó en la comunidad futbolística. Aunque su habilidad era muy valorada por aficionados, compañeros y entrenadores, había una cualidad subyacente en él que hace que su muerte sea profundamente conmovedora, incluso para quienes no le conocían personalmente.
Esto quizás quedó mejor ilustrado hace cuatro años en una entrevista. Después de temporadas exitosas en el Liverpool, se le preguntó sobre su trayectoria. En lugar de centrarse en sus propios desafíos, Jota redirigió la atención. Recordó las dificultades económicas de sus padres para pagar su participación en el fútbol local cuando era adolescente, afirmando que sentía una «deuda» con ellos que nunca podría pagar del todo.
Esto demostró que, a pesar de alcanzar el estrellato, nunca olvidó el apoyo crucial que recibió de otros, además de su inmenso talento. Como comentó Jürgen Klopp, no era solo un «jugador excepcional» sino también un «chico excepcional».
Más allá de su carácter, Jota poseía un talento asombroso. Esto fue evidente desde su etapa en los Wolves, donde desmanteló rivales sin ayuda en el Championship. Su último gol para el Liverpool contra el Everton capturó a la perfección su estilo emocionante: un regate brillante, un toque preciso y un potente disparo raso. Cumplía constantemente en los momentos cruciales, marcando goles del empate contra el Manchester United, goles ganadores tardíos contra el Tottenham, y demostrando ser frecuentemente decisivo contra el Arsenal.
Goles tan memorables cimentaron su lugar en el corazón de los aficionados, pero la conexión era más profunda. Un ex seguidor de los Wolves habló de sentirse obligado a visitar Anfield por respeto, diciendo que Jota «llevaba el corazón ahí» y que cuando besaba el escudo, «sabías que lo decía en serio».
Jota demostró compromiso y una gran ética de trabajo. Evitó quejas públicas sobre perder su puesto de titular o buscar traspasos. Cuando se lesionaba, redoblaba sus esfuerzos, superando problemas físicos la temporada pasada para contribuir significativamente al éxito del Liverpool. Ese gol final, aunque fue una muestra de habilidad, se originó en su diligencia al presionar alto en el campo. A pesar de ser un experimentado internacional portugués sin nada que demostrar, siempre trabajaba más duro que sus oponentes.
Si bien centrarse en las estadísticas en medio de una tragedia resulta extraño, los números de Jota revelan aspectos de su carácter. El equipo de captación del Liverpool vio su potencial (a pesar de solo 16 goles en la Premier League a los 23 años) porque encontraba constantemente oportunidades de disparo; sus goles esperados indicaban una alta producción futura. Estas estadísticas reflejaban sus atributos personales: quizás no el jugador más grande, fuerte o incluso el más rápido, pero su dedicación aseguraba que siempre estuviera en posiciones para tener un impacto significativo en su equipo.
El segundo entrenador Pep Lijnders lo describió como un «monstruo de la presión». Su presencia mejoraba constantemente a la selección de Portugal. Los aficionados del Liverpool lo adoraban, cantando famosamente que era «mejor que Figo». También encontraba tiempo para apoyar a los aficionados necesitados.
En sus 28 años, Jota trajo una inmensa alegría a incontables aficionados al fútbol. Su muerte, junto a la de su hermano, parece especialmente cruel, ya que por fin estaba viviendo los momentos felices que merecía: ganar la Premier League, conseguir más éxitos internacionales con Portugal y disfrutar de la vida de casado con Rute Cardoso y sus tres hijos.
Su historia debería haber continuado con más trofeos para el club y la selección, quizás guiando a futuras generaciones de jugadores. Sin embargo, este futuro potencial palidece en comparación con la vida que él y Rute estaban construyendo y el tiempo que perdieron.
Tanto dentro como fuera del campo, Jota encarnó las mejores cualidades del deporte. Su enfoque le valió una admiración generalizada. Como afirmó su ex compañero de equipo Ruben Neves: «Dicen que solo perdemos a las personas cuando las olvidamos… Yo nunca te olvidaré». Sin duda, el fútbol sería un lugar mejor si se siguiera su ejemplo.