En menos de dos semanas, la Selección de Italia Sub-17 iniciará su participación en la fase final del Campeonato Europeo. Se trata de una cita importante que merece ser analizada.
Para entender el presente, es fundamental recordar el impresionante recorrido que ha llevado a los jóvenes «Azzurrini» dirigidos por Massimiliano Favo a situarse entre los ocho mejores equipos de Europa. Un camino que arrancó en noviembre y que se convirtió en una auténtica declaración de intenciones.
Italia encaró la primera ronda de clasificación con el objetivo de dejar huella, y lo logró con tres actuaciones notables en cuanto a calidad, intensidad y dominio. El debut fue una clara muestra de su potencial: un 5-0 a San Marino. Luego, llegó un 4-0 contra Gales, confirmando la solidez del equipo. Pero la actuación más destacada fue en el tercer partido, frente a Noruega: un contundente 7-0 que dejó sin palabras por su brillantez ofensiva y madurez táctica. Con dieciséis goles a favor y cero en contra, los números hablaban por sí solos y dejaban la sensación de estar ante un grupo especial.
En marzo se disputó la ronda élite, decisiva, sin margen de error: solo el primero de cada grupo obtendría el pase al Europeo. Los rivales de los Azzurrini fueron Eslovaquia, Ucrania y, sobre todo, la temible Croacia, anfitriona del grupo. El debut fue nuevamente convincente, con una victoria sobre Eslovaquia que encaminó la clasificación. Sin embargo, el partido contra Ucrania fue complicado y lleno de trampas. Italia se encontró en desventaja por un autogol, pero encontró la energía necesaria para reaccionar. Primero empató Mambuku, y a pocos instantes del final, Elimoghale firmó la remontada con un gol crucial. Una victoria de esas que cambian el rumbo de un torneo.
De esta manera, se llegó al enfrentamiento directo con Croacia. Ambos equipos tenían puntuación perfecta, pero los anfitriones contaban con la ventaja de los goles marcados y el apoyo de su público. Italia necesitaba ganar, sin opciones a medias tintas. Fue un partido tenso, equilibrado, pero decidido una vez más por el corazón y la determinación. Y nuevamente, el protagonista fue Destiny Elimoghale: su gol en los minutos finales le dio a los Azzurrini la clasificación, en el silencio helado del estadio croata.
Ahora, la fase final es una realidad. En pocos días, Italia volverá al campo para seguir soñando en grande. Este viaje de la selección ya ha demostrado algo fundamental: hay talento y hay hambre de victoria. Es hora de escribir un nuevo capítulo, y quién sabe si será tan brillante como el de la temporada pasada.
