Sanciones Educativas: Un Giro para el Fútbol Base Italiano

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En el mundo del fútbol, a menudo olvidamos que los jóvenes no son solo números en una clasificación o piezas que mover en el campo: son personas reales, especialmente en fase de crecimiento. Y como tales, deben ser acompañados, guiados y, cuando es necesario, corregidos. La reciente modificación del artículo 137 del Código de Justicia Deportiva, aprobada por el Consejo Federal de la FIGC, abre por fin una puerta que ha permanecido cerrada demasiado tiempo: la de la sanción educativa.

A partir de la próxima temporada, para todos los campeonatos juveniles organizados por la Lega Nazionale Dilettanti y el Settore Giovanile e Scolastico (excluidos Pulcini y Esordienti), una descalificación superior a 8 jornadas o a 4 meses conllevará no solo el alejamiento de los campos, sino también la obligación de afrontar un itinerario reeducativo. No se trata, obviamente, de «trabajos socialmente útiles» en sentido estricto, sino de un compromiso formativo pensado para reeducar, no solo para castigar. Porque el objetivo debe ser ayudar a los jóvenes a entender dónde se han equivocado y cómo se puede hacer mejor. Y es aquí donde esta norma puede marcar realmente la diferencia. Porque el fútbol no es solo correr, técnica y goles. Es respeto, disciplina, control emocional. Y si ciertas cosas no se aprenden de adolescentes, luego todo se vuelve más complicado. El campo de fútbol debe ser un lugar donde se crece, no solo a nivel deportivo sino también humanamente.

Estas sanciones educativas, además, adquieren una importancia aún mayor si pensamos en lo que sucede, cada semana, en los campos del fútbol amateur y juvenil. Demasiado a menudo, por desgracia, oímos hablar de episodios desagradables: insultos, peleas, actitudes violentas, protestas desmedidas, que no solo afectan a los chicos sino también –y a veces sobre todo– a los adultos que deberían representar para ellos un ejemplo. En estos contextos, donde la tensión a menudo supera el sentido del juego y del respeto recíproco, la introducción de un camino reeducativo puede representar un verdadero freno. Una respuesta concreta a una mala costumbre que amenaza con contaminar irremediablemente el ambiente deportivo.

Detener ciertos instintos erróneos de raíz es fundamental. Tales gestos deben ser castigados, todos estamos de acuerdo, pero siempre con equilibrio e inteligencia. Porque estamos hablando de jóvenes, no de adultos formados. La descalificación debe tener obligatoriamente en cuenta dos factores imprescindibles: la gravedad del gesto y la edad de quien lo ha cometido. No se pueden repartir jornadas de sanción como si fueran figuritas, sin derecho a réplica por falta de una verdadera prueba televisiva: se necesita, como en todas las cosas, sentido común. Se necesita la capacidad de distinguir el error grave de aquel dictado por la inexperiencia.

Por eso, esta nueva norma puede marcar un giro. No resolverá todo –porque quien tenga ganas de perder la cabeza, la perderá de todas formas– pero podrá hacer reflexionar. Podrá hacer nacer preguntas dentro de quien ha errado. Y tal vez, de esas preguntas, lleguen también respuestas: aquellas que ayudan a crecer. Sobre todo en el fútbol juvenil, donde cada enseñanza puede dejar una huella duradera.

Una descalificación fin en sí misma, sin confrontación, sin reflexión, no deja nada. Un camino educativo, en cambio, puede cambiar un comportamiento, una actitud, una mirada sobre las cosas. Porque el fútbol, si quiere tener realmente un valor, debe ser antes que nada educativo. No un campo de batalla, ni siquiera una válvula de escape, sino un lugar donde aprender. Donde equivocarse sí, pero también donde mejorar.

Diego Huamán Torres

Diego Huamán Torres, 41 años, periodista deportivo cusqueño establecido en Lima, se ha especializado en la cobertura del ciclismo y deportes de montaña. Con experiencia en transmisiones en vivo y reportajes de campo, ha documentado las principales competencias de la región andina, destacando las hazañas de deportistas peruanos.