Luciano Spalletti, actual seleccionador de la selección italiana, comparte por primera vez su historia en una autobiografía titulada «Il Paradiso esiste… Ma quanta fatica», publicada por Rizzoli. En sus memorias, dedica espacio a uno de los conflictos más significativos de su carrera, vivido durante su etapa en el Inter de Milán con el delantero Mauro Icardi.
Spalletti relata que el momento «verdaderamente crítico» en el Inter llegó en febrero de 2019. Según él, «Wanda Nara, la esposa del capitán [Icardi], fue a decir en televisión cosas que no debería haber dicho contra los compañeros de equipo de Mauro». Reconoce que ella también era su agente, pero subraya que era su esposa. Describe la situación como «devastadora» en medio del campeonato, sintiendo que no tenía alternativa y debía proteger al equipo.
El técnico italiano explica que el vestuario estaba «roto» y no podía «lavarse las manos»; tenía que posicionarse. Se describe a sí mismo como un «entrenador-padre gallina» que siempre protege a sus jugadores, pero capaz de convertirse en «tigre» en un instante. A la mañana siguiente de las declaraciones de Wanda, varios futbolistas, incluido un hombre de fuerte personalidad como Handanovic, acudieron a su oficina para hablar del asunto. Era imposible ignorarlo o intentar «pegar los trozos».
Spalletti siente que la gran mayoría de los aficionados entendió su postura y le apoyó, considerando «injusta y gratuita» la crítica de que no sabía manejar un vestuario o gestionar campeones.
La situación empeoró, según Spalletti, cuando se dio cuenta de que la «debilidad» de su capitán «se llamaba Wanda y corría el riesgo de arrastrar a todo el grupo». Esto era algo que no podía tolerar. En aquel momento, Icardi pasaba por un momento difícil en lo deportivo, sin lograr marcar con su habitual frecuencia. Wanda Nara sugirió públicamente que, para que Icardi hiciera más goles, se debían fichar jugadores que le ayudaran a conseguirlos. Spalletti calificó estas declaraciones como «insoportables» y «una bomba».
Consideró que este tipo de comentarios no podían resolverse con un simple mensaje o `like`; requerían una conversación cara a cara, «a la antigua usanza». Según Spalletti, la única manera de evitar una «guerra» en el vestuario eran las disculpas de Mauro Icardi. Disculpas que, según afirma, «nunca llegaron».
Al día siguiente, frente a todo el equipo, Spalletti le pidió a Icardi que explicara o justificara las palabras de Wanda Nara, considerándolo «lo mínimo, como forma de respeto por los demás». Icardi respondió que quien había hablado no era su esposa, sino su agente, y que lo había hecho exclusivamente a título profesional. Ante la imposibilidad de gestionar la situación, Spalletti tuvo que tomar una decisión drástica: retirarle el brazalete de capitán y dárselo a Handanovic.
Spalletti asegura que contó con el «consenso, aunque silencioso», de la directiva. Icardi, por su parte, «se lo tomó mal, muy mal». El técnico concluye su relato sobre este episodio afirmando que, en efecto, para no perder al equipo, «perdí a Icardi, al hombre y al futbolista».
